Una de las aportaciones culturales y artísticas más interesantes del Medievo islámico es, quizás, el teatro de sombras, que en el Egipto mameluco de los siglos XIII-XIV llegó a una excelencia y una maestría jamás alcanzadas. En sus espectáculos se representaban no solo piezas que reflejaban temas y leyendas heroicas, incluso místicas, sino que también se hacía crítica de algunas costumbres y ciertos personajes políticos. Es un género que, bajo la sombra de la literatura árabe clásica, conserva el recuerdo de modos de vivir, hablar y pensar, así como de costumbres y de jerarquías sociales ya desaparecidas. El teatro de sombras tenía un papel lúdico y pedagógico, llegando a granjearse el favor de un público amplio, numeroso y variado, desde el rey y los altos dignatarios hasta las capas más modestas de la sociedad.