Veinte relatos de ida y vuelta sugieren la idea de un viaje físico; pero un viaje con billete de ida y vuelta. Ciertamente, a través de los relatos el lector visitará algunos lugares; pero la autora se inspira en los cantes de ida y vuelta, que así se llama en Andalucía a los ritmos y canciones, cargados de bastante nostalgia, que retornaron de las tierras del Descubrimiento con los emigrantes e indianos. De alguna manera, en las tres partes en las que se divide el libro, hay una ida y una vuelta, o al revés. La primera parte El color de la siesta, es una vuelta a la infancia. A aquellos veranos eternos en los que nuestra única preocupación era jugar. Escritos en el lenguaje sencillo y sin complicaciones de un niño, el lector halla en los relatos algunos temas inquietantes y tabús de la España profunda. La segunda parte se desarrolla en ciudades como Lima, Buenos Aires o Rosario, por las que desfilan unos personajes que al final, se reunirán en el relato Verano porteño que da título a la serie y que están íntimamente relacionados con España y algunos países europeos por razones de sangre o sentimiento. La tercera parte Milongas y otros embustes es una serie que habla de Hispanoamérica, de un inspector de policía con pesadillas y una buena colección de embustes de ida y vuelta.