Durante algo más de un mes, los periódicos de todo el país se hicieron eco de un caso tan sensacional como ciertamente misterioso; un caso vivido con pasión por los lectores y considerado con terror e indignación crecientes por los ciudadanos de la convulsa Barcelona, testigos inmediatos del hacer errático, cuando no negligente, de las autoridades -que no sólo habían permitido el horror, sino también hacían, o parecían hacer, por ocultarlo-. Conforme los medios revelaban detalles del siniestro proceder de Enriqueta -no siempre verídicos o debidamente contrastados-, un manto de aberración cubría su figura. Su caso, desde luego, poseía todos los ingredientes del más sombrío folletín, y la prensa no dudó en explotarlos. Acusada de secuestro, tráfico de menores, infanticidio, prostitución, curanderismo, nigromancia o vampirismo, y convertida en el centro de una oscura trama de encopetadas implicaciones -interesadas, al decir popular, en silenciar su caso-, la mala dona entró a formar parte, quizá por derecho propio, del funesto panteón de nuestros más infames criminales. Su leyenda, como todas las leyendas, le sobrevivió, y hasta su propia muerte, acaecida un año más tarde en prisión, se vio impregnada de suspicacia y misterio. Esta es la crónica periodística de aquellos días y hechos. Unos hechos sensacionales que estremecieron a toda una nación; un misterio que permanece aún sin resolver y que hizo correr ríos de tinta.