Pornograffiti. Cuerpo y disidencia intenta trazar un árbol genealógico de la pornografía a la vez que tiende puentes con sus repercusiones en los modelos de organización económico-mediáticos actuales en un concepto que el autor define como pornocapitalismo. Sólo entendiendo la importancia de la pornografía y sus vinculaciones con la sensación de poder y de superioridad uno podrá entender cómo es posible que se siga rodando y produciendo contenido pornográfico a pesar de que todo ha sido ya imaginado y consumido. Para el autor el éxito del porno tiene que ver con las promesas cumplidas. "Siempre nos hace entrega justamente de aquello que nos niega, es decir: nos asegura que el infinito acaba ahí, justo en la pantalla del televisor. Frente a la desazón que deja el libro ante su cierre, como si no aceptáramos que el destino de los personajes o las peripecias más nimias concluyeran en ese punto, el porno se cumple, y el orgasmo y su correlato masturbatorio levantan acta de esa clausura. El porno afirma que ya no habrá más promesas, más expectativas, y es ésa la forma más pura de una promesa", dice Fernández Gonzalo. Vivimos en una sociedad pornocapitalista, en la que el matrimonio entre pornografía y capitalismo, publicidad e industria del porno, a pesar de ser relativamente reciente siempre ha sido beneficioso. El consumismo extrae su materia prima del principio del placer. En este contexto la pornografía ha demostrado ser una economía perfecta, circular e infinita en la que "los objetos no se desgastan por el uso y los soportes de producción facilitan el juego de infinitas reproducciones". ¿Y cómo ve el futuro de la pornografía el autor de Pornograffiti?: "Hay más porno en la red del que nadie jamás pueda llegar a consumir, y pronto habrá (si no los hay aún) más felaciones que monólogos dramáticos en el teatro europeo, más desnudos femeninos que relatos mitológicos, más erecciones que sonetos", explica el autor en la web de la editorial. El futuro es del porno.