Hay libros que te cambian la vida. Este, aunque extraordinariamente entretenido y muy divertido, con toda seguridad, no es uno de ellos. Los relatos aquí contenidos narran las estrafalarias y por momentos hilarantes aventuras de un soldado irlandés perteneciente al ejército privado de la Muy Honorable Compañía Británica de las Indias Orientales en la India previa al Raj. Thackeray ensaya con la narración del comandante Gahagan la sátira despiadada de unos tiempos -la recién estrenada época victoriana-, de una moral a ellos asociada -el deber, la rectitud, el decoro y la propiedad- y de unos comportamientos -los de los arribistas sin escrúpulos-, que luego perfeccionaría en sus dos obras maestras, La suerte de Barry Lyndon y La feria de las vanidades, y en sus respectivos protagonistas, Redmond Barry y Becky Sharp; sin olvidar alguna que otra andanada dirigida al "invencible valor británico" y a los militares sobre los que se sustenta el Imperio. En estas tremebundas aventuras, Thackeray compone un personaje que es el prototipo del irlandés baladrón y matasiete, todo un miles gloriosus que se convierte en digno heredero de ese otro fanfarrón insigne, el barón de Münchhausen de Rudolf Erich Raspe (1785), y que merecería, como este, dar nombre a una enfermedad muy extendida en nuestra época y cuyos síntomas son la mentira patológica, la ambición sin cuento y la inmoderada exageración.