El principio estético de forma y esplendor que integra la estructura de la belleza se puede aplicar con toda legitimidad a la figura de María de Nazaret. Para llevar a cabo una mariología, desde la categoría estética, se requiere profundizar en el campo de la fe, y reflexionar sobre la esencia de la belleza relacionada con el misterio de María. Junto al esplendor de Dios que se refleja en las formas de la creación, María representa la obra que colma todos los ideales de dignidad, de belleza y de perfección a la que puede aspirar una criatura: ser la Madre de Dios. Al quedar inundada por la acción del Espíritu Santo, la Santísima Virgen se convierte en hija predilecta del Padre, principio originario de la vida, que encomienda su Hijo a la maternidad de María, y ofrece al mundo la suma belleza de Dios.