Comencé este oscuro autorretrato en el año 2009 sin saber, en mi ingenua ambición, que una obra podía ser más grande que su creador; creía que mi dolor sería materia prima suficiente para poder abarcarla. Pero el dolor se volvió más agudo que el grito, mi herida más grande que yo, y quedé mudo ante mi propia desdicha. Todo 10 restante ha sido un largo curso de espera, de crecimiento para lograr alcanzar la, de desaprendizaje, de disipación de una certeza muy rígida. Fui ensombrecido por un descubrimiento hórrido-el desengaño es una iluminación muy oscura-, pero juro que si he esculpido este monstruo ha sido desde mi más profundo sentido a la belleza, para abrazar el mundo, para sálvame en él; y ahora concluyo-s-no sé ni cómo-exhausto, reventado, rozado por la locura, casi una década después. Pero mi triunfo no es otro que el de la Fe, culminación de un largo ejercicio espiritual; y 10 que queda en las manos del lector no es más que un sufrimiento cansado, estéril piel de mi alma, de la que me desprendo para que, ojalá, otros despechados puedan abrigarse con ella en el escabroso trayecto de regreso al Amor (mientras el mundo gira y gira, inocente y culpable)