Con un discurso torrencial y fragmentado, Javier Cánaves nos introduce en el interior de la cabeza de Carlos, un hombre con tendencias autodestructivas, desquiciado como la ciudad en que vive o cree vivir. En esta novela nos encontramos con el Javier Cánaves más radical, que sigue escarbando en algunas de sus obsesiones: el absurdo y la insatisfacción de la realidad cotidiana, la necesidad de huida/búsqueda que esta insatisfacción provoca. La diferencia estriba en el modo en que sus protagonistas abordan este descontento. Si los de sus propuestas anteriores se decantaban por la huida física, aquí se opta por la opción más peligrosa: la de la huida mental, a través de la imaginación.