Son casi las siete. Me sorprende el sol aún en el horizonte yéndose para el otro lado, también el estruendo de los automóviles bajo la ventana como un coro que suena inoportuno y me acompaña siempre en la habitación. Estoy desgajada de mi naturaleza. Naturaleza es lo que yo también soy. Sobre todo porque soy cuerpo. Mi naturaleza desgajada en mi mente. Mi cuerpo fragmentado está unido solo por un finísimo hilo que me aprieta demasiado las sienes. Deseo un cuerpo. Pero qué cuerpo? Que la muerte no me alcance en este ejercicio de inspirar y expirar, como escribió Simone Weil.