El autor nos muestra un mundo, que debe ser vivido. Las artes de guerra, la caligrafía ritual, la superación constante del hombre, la disciplina como belleza, no como imposición. Todo eso está escrito con fina pluma, como esos círculos de vacío que traza el pincel del calígrafo zen. Abramos la puerta de este laberinto mágico que se llama La hora del tigre. Tomemos nuestro pincel y de un solo trazo, dibujemos el ideograma que nuestro espíritu necesita, no nos convertiremos en maestros calígrafos, pero al menos compartiremos un mundo al que vale la pena pertenecer.