El autor lleva ya algunas décadas viviendo entre los poetas más reconocidos de nuestro país. No es de extrañar, considerando que, como él mismo dice en Hombre solo, «soy un hombre que escribe? sin otra pretensión que no morir». Eduardo Moga necesita la poesía para vivir, para reconocerse y reconocer al tiempo el mundo en el que vive, para protegerse incluso de sí mismo. Este poemario es, entre todos los suyos, el más abiertamente biográfico y confesional. Planificado en cinco islas de su soledad, los característicos poemas largos de Moga se han simplificado (no necesariamente haciéndose más cortos) para golpear más intensamente. Allí lo vemos, exento, una isla, solo, «parado de pronto, contemplando el mundo», buscándose. Si ha vivido su poesía a lo largo de toda su obra, experimentando con el juego, la rebeldía o la erudición, ahora es su vida la que, para sorpresa de sus lectores, asalta sus versos. Sin duda, de este poemario se extraerán algunos de los versos que ilustrarán su nombre en el futuro.