Artistas, eruditos y curiosos han venido a nuestra Comunidad Autónoma desde hace más de un siglo, interesados por sus ciudades y pueblos, por la singularidad de los tejidos urbanos, por los rincones señeros, conventos, iglesias y catedrales: Toledo, Sigüenza, Cuenca... que ocupan un lugar propio en el panorama artístico español y europeo. También recorrieron Castilla-La Mancha seducidos por sus paisajes, de acusadas reminiscencias literarias e históricas. Y hubo pintores: Beruete, Sorolla, Palencia, Enrique Vera, Úbeda, que los recrearon y dignificaron al amparo de El Greco.
Muchos de estos viajeros se afanaron también por conocer y sentir los lugares por donde el cretense vivió y transitó en Toledo, a la búsqueda de sus fuentes de inspiración, de la mentalidad e idiosincrasia de sus clientes y amigos, de sus obras señeras; obras que, desde la rehabilitación del pintor, se han convertido en una imagen de marca de la ciudad y de Castilla-La Mancha entera. Rehabilitación en la que jugaron un papel sustancial toledanos ilustres: Francisco de Borja San Román, Angel Vegue, Ramón Urabayen o Antonio Sierra.