El subinspector Domínguez es un tipo realmente duro. Su madre lo alumbra un domingo en el Rastro de Madrid entre despojos y cacharrería. Su padre, un borracho, lo abandona en la inclusa de O'Donnell a los cuatro años. A los cinco lo trasladan al Sanfer, el internado referente de la educación franquista. Con veinte se hace policía y su primer destino es Pamplona. En el 76 es testigo de uno de los intentos de desestabilización de la futura democracia, los sucesos de Montejurra. Hoy está destinado en Barcelona y comparte su vida con una lumi del Raval.
Un empresario barcelonés de éxito ha estado varias veces al otro lado de la ley sin consecuencias. En 2008 forma parte de un entramado empresarial que dirige una mujer mejicana, la Doña, dedicado a comerciar con felicidad. La compran en Honk-Kong, la procesan en Buenos Aires y la distribuyen por Europa y Estados Unidos.