Diez intentonas de blasfemar contra los sucesores
de Dios en nuestro mundo: el Estado y el Dinero,
el Trabajo y el Mercado, el Progreso y el Futuro, por la vía más bien indirecta
del ataque a algunas de sus manifestaciones más inmediatamente palpables y
fastidiosas: la barbarie urbanística; la manía de reformarlo y reestructurarlo
todo permanentemente; la sustitución del aire por el sucedáneo químico; la
confusión de los servicios públicos con las impertinencias personalizadas de
las burocracias estatales; la plaga del turismo (que es lo contrario del viaje); la
condena de los estudios a convertirse en un como simulacro de trabajo fabril;
los tráficos de sustancias mortíferas y el negocio montado sobre su prohibición;
el culto demencial de la alta velocidad; la superstición de la mayoría que
hoy se llama democracia; la asimilación de las tradiciones populares vivas por
el espectáculo de las identidades culturales.