Después del proceso de Nuremberg nadie se atrevía a hablar de eutanasia y eugenesia, pero se seguía trabajando calladamente, a la espera de que el tiempo transformara los crímenes nazis en una anécdota histórica. En la actualidad, las ideas inspiradas por los científicos materialistas del siglo XIX, vuelven a instalarse en las cúpulas de los estados para imponer a la sociedad la dictadura de la muerte, para viejos, enfermos y defectuosos. En los países donde la eutanasia no está legalizada, hay que estar alerta cuando se publicitan las bondades del testamento en vida, y no hacernos cómplices de leyes injustas e inhumanas. La eutanasia no puede admitirse ni siquiera en casos extraordinarios. Los casos límite son el inicio de la pendiente resbaladiza, que empieza siempre con la aplicación en casos extremos. El punto de partida en Holanda fue el testamento en vida; se continuó retirando el agua y la alimentación a los pacientes en coma; después vino la inyección letal con el consentimiento de los familiares; ahora eliminan a los enfermos terminales y a los viejos, sin su consentimiento; y lo seguirán haciendo. Legalmente, dado que la eutanasia es legal en Holanda desde el 2002. La ley ejerce un gran poder educativo en la conciencia pública porque la sociedad tiende a identificar lo legal con lo justo y lo correcto. Cuando una práctica se legaliza, ésta se realiza en toda su amplitud sin ningún remordimiento, aunque atente contra principios fundamentales como el derecho a la vida. Las conciencias se vuelven insensibles y, consecuentemente, el alma colectiva también. Los médicos que practican la eutanasia tienen la conciencia tan deformada que algunos llegan a creer que es un acto bueno. Es escalofriante pensar a qué estado de deshumanización puede llegar la sociedad si no luchamos por la conservación de nuestros fundamentos religiosos y morales. En una sociedad en la que no existen principios, todos los excesos son posibles. Hay que estar atentos a las propuestas de los gobernantes y a los movimientos que se llaman a sí mismos progresistas, que pretenden acudir en nuestra ayuda con piadosas panaceas.