Son muchas las diferencias que separan los dos textos que se recogen en este libro.
La Despedida es una comedia dramática con tintes realistas que nos invita a empatizar con dos formas de entender la vida, esas que, de manera burda y sin contemplar matices, se suelen identificar con la masculina y la femenina. Un espectador accidental o Las ocho de la tarde es un delirio con tintes poéticos que confronta el encierro —real como el confinamiento que sufrimos durante la pandemia, o metafórico como el que constituyen las pantallas que nos rodean— con la libertad de unos cuerpos que danzan al son de una melodía invisible.
Sin embargo, comparten una misma obsesión: la mirada externa. Esa mirada que nos hace comportarnos como personajes tanto si estamos encima de un escenario como si paseamos por las calles de nuestro pueblo. Esa preocupación por la imagen que proyectamos y el modo en que somos percibidos. La mirada del público, de la sociedad, y el efecto que provoca son su epicentro.