El Camino de Adriano es testimonio de un viaje realizado a pie sobre la traza del viejo Muro que el emperador hispanorromano, cosmopolita y estoico, construyó en lo que hoy es la frontera de Inglaterra y Escocia, allá por el 120 de la Era Común. Se trata de un ensayo literario y de historia a la antigua usanza, híbrido, como se dice ahora, puesto que en él hay aventura, imaginación, investigación, conjetura, y, hasta una relectura de la afamada Guía de los Lagos que el poeta romántico William Wordsworth escribió en 1835, con el designio de animar al paseante culto a internarse en estas tierras de Inglaterra y conocerlas mejor, de primera mano. Por aquí desfilan las leyendas de un viejo camino de 130 km y algunas de las cuitas de los viejos pueblos paganos, pictos, celtas, o sajones y anglos, entre otros, y el mundo de antaño, con sus hadas y sus druidas, con sus arturos primitivos y sus caballeros medievales, con sus abadías y sus castillos. Un mundo que, con un poco de esfuerzo, también está aquí, consignado en las etapas y consejos que se brindan para que otros degustadores de las cosas del pasado puedan rehacerlo.
El Camino de Adriano. (Un verano inglés) es ocasión para complacencia de quienes disfrutan con la contemplación de las melancólicas reliquias, ruinas y piedras del tiempo pasado, muchas de ellas todavía vivas y palpitantes en actitudes y leyendas que hasta nosotros han llegado. Así que, con la ayuda de Clío y de Calíope, remontamos el tiempo, como en un «sueño de una noche de verano», para escuchar y sentir en el siglo XXI las cosas viejas como nuevas.