Un viaje a Bulgaria ha servido de hilo conductor, pretexto y argumento para tejer una narración en la que aparecen durante el recorrido los estados de ausencia. El libro ahonda en estas experiencias. En cualquier acto de creación el estado de ausencia es imprescindible porque supone la antesala de la creación misma. Algo hay en esos momentos que altera la percepción habitual y lógica de las cosas, donde habitualmente la voluntad pretende alcanzar su objetivo. La relación que se establece con el paisaje en el andar consciente y contemplativo abre al caminante (al igual que al espectador de una obra de arte o al lector de un buen libro) hacia el abismo de una sucesión de pliegues donde se pierde la conexión con el mundo de la realidad y se propone otra mirada, la que desvela aquello que nos permanece oculto. El viaje lleva al autor a despedazar las entrañas del hombre moderno mientras nos asomamos al mismo abismo que nos permitirá alcanzar esa ausencia necesaria para trascender nuestra corporeidad y constatar no solo nuestra presencia en el mundo, sino la propia contingencia de las cosas que nos rodean.