POEMARIO.
ERCY SHELLEY EN EL ARIEL
Da pena esta limpieza de mi cuerpo
que sólo tú acaricias; esta voz
fundida con la mía, ambas extrañas,
con un sonido ajeno aquí en la mente,
donde sólo uno mismo debe oírse;
no hay otra que transmita su cadencia
por esa magia simple, su silencio
a los versos amargos que ahora escucho.
Como el mar en invierno, despeinado,
sin sol ni luz, espera una palabra,
así he presentido que mirabas
la paz que trajo a veces tu demonio:
los cuerpos se alejaban al oscuro
rumor que me insuflaste cuando niño,
al eco de tu voz, que tan temprano
vibraba ya en la mía y sólo ahora
reconozco. No puedo soslayar
la tentación de hablar contigo, infame,
recordada en el tacto de mi piel,
el odio de mirarte confidente
solícita de tanta adolescencia
desterrada, la envidia de esos años.
Dónde estabas? Por qué no me enseñaste
la manera de amarte, como a tantos...?