Auténticas prisiones flotantes, las galeras se impulsaban principalmente con el esfuerzo de lo que entonces se denominada despectivamente, la chusma, formada por esclavos, algunos hombres libres o buenas boyas y otros condenados por la justicia, los galeotes. Hombres que en muchas ocasiones expiraron en el banco de boga mientras un oficial, el cómitre, azotaba sus espaldas para conseguir más velocidad, ya fuera para atacar al enemigo o para huir de él. En este libro se describe la vida que se hacía en estas naves, en todos sus aspectos, y se hace con un estilo divulgativo y asequible a un gran público, que aún no teniendo conocimientos históricos de la época, ni de náutica, podrá disfrutar en cada página trasladándose de inmediato al interior de una galera española de los siglos XVI y XVII. La galera, dueña del Mediterráneo, sirvió como barco de guerra durante un largo período de la historia. Heredera de antiguas embarcaciones romanas y griegas, las de los siglos XVI y XVII eran en sí mismas pequeñas ciudades flotantes, donde hombres libres, soldados, infantes de los Tercios, esclavos, galeotes, marinería, oficiales, capellanes, cirujanos y pasaje convivían en un estrecho espacio, en condiciones inimaginables para una mentalidad del siglo XXI. Una vida dura, increíblemente penosa, con pocos instantes de sosiego y siempre bajo la amenaza de los enemigos o de los propios compañeros, sin lugar para la solidaridad, la clemencia o la compasión. El infierno abreviado como lo definió algún literato del siglo XVI.