Los sadhus que deambulan por la India, sin casa ni oficio conocido, son vistos por algunos como vividores e inútiles mientras que otros los consideran sabios y seres imprescindibles. Alguien se equivoca y alguien tiene razón... aunque por qué no las dos cosas a la vez: vivimos en un mundo dual donde hay cosas que no podemos esperar que sucedan como, por ejemplo, que algún día dos más dos sean cinco o que el sol no salga por la mañana. Estas certezas por un lado nos dan seguridad pero por el otro nos velan enormes posibilidades. Es necesario un espacio donde lo posible y lo imposible se den la mano, lo que sólo puede hacerse realidad más allá de los prejuicios, las ideas preconcebidas, las creencias, incluso más allá de los pensamientos. En definitiva, más allá de todas esas invisibles e inexistentes creaciones mentales que colonizan nuestro mundo interior y dan lugar a un mundo ficticio y personalizado. Cerrado y estrecho y, en muchos casos, agobiante y excluyente. Lleno de yo y sin sitio para los demás.