Después del gran éxito logrado por la organización de San Sebastián en la edición de 1911, al año siguiente tuvo lugar otro gran torneo en una ciudad siempre ligada a la cultura y al deporte. San Sebastián se convertía así en una de las grandes capitales del ajedrez mundial, con la presencia de los mejores ajedrecistas del momento. Y esta vez tuvo la singularidad de celebrarse a doble vuelta. Solo hubo dos ausencias destacadas, la lógica del campeón mundial, Lasker, que ya no competía en los torneos como años antes, y la revelación de San Sebastián 1911, el cubano Capablanca, quien todavía albergaba esperanzas de desafiar a Lasker y estaba enfrascado en esos asuntos.