Los monumentos son reflejo del pasado, de los valores de la sociedad que encargó y sufragó la obra, y retratan el imaginario de la memoria colectiva. Por lo general, no constituyen sino un elemento más del paisaje por el que paseamos o un atractivo turístico que visitar y ante el que fotografiarse. Pero, en ocasiones, cuando se produce un profundo giro de mentalidad o una aguda agitación política, estos monumentos estorban. Ocurre entonces que estas obras, en el peor de los casos, son objeto de vandalismo y reciben la violencia que está dirigida contra aquellos valores o personalidades que representan.