Mucho tiempo esperé que algo así sucediera, que un ensayo cómo este fuera escrito por la pluma de una intelectual que no proviniera de ámbitos hegemónicos como la crítica literaria o la historia de la filosofía. Aunque quizás, y recordando otras publicaciones a las que he dedicado sendas reseñas, esperaba un texto que llevara la historia filosófica de la música a otro nivel. Quizás me traiciona mi juventud y entusiasmo, debajo del cual fluye, muy posiblemente, el agotamiento con ciertas líneas académicas que siguen dominando la musicología española, aquellas que establecen las generaciones, sucesiones y jerarquías de los discursos. Pero en este caso, todo lo que me parecía oscuro del sistema, de repente carece de importancia, porque como en la vida cívica, un cambio se está gestando, y no es casualidad que se manifieste desde la sociología de la música y la etnomusicología, y no desde la musicología oficial . Gran satisfacción siento por este hecho, porque es resultado de un trabajo subterráneo de larga data, que se venía sintiendo con fuerza, incluso en los formatos académicos, no sin cierta transgresión, y por supuesto incomodidad, por parte de ciertos sectores conservadores.