Las infraestructuras del transporte y los sistemas logísticos se han convertido en factores decisivos para aportar productividad a las empresas y para mejorar la competitividad de la economía. Los esfuerzos extraordinarios que España ha desarrollado durante los últimos años para modernizar su capital físico han servido además para avanzar en la integración territorial, en la preservación del medio ambiente, en la cohesión social y en la calidad de vida de sus ciudadanos. Contamos con la mejor alta velocidad ferroviaria de Europa, con la mejor proporción de autopistas y autovías, y con algunos de los puertos y aeropuertos más modernos. Las obras públicas y los sistemas de transporte afrontan grandes retos de futuro. Las dificultades de la coyuntura económica y algunos déficits estructurales requieren un cambio de paradigma en la política de infraestructuras: priorizar la eficiencia, apostar por la intermodalidad, los nodos logísticos y los grandes corredores europeos, reforzar la conservación y la innovación, buscar una financiación suficiente y estable... La gran tarea iniciada por el ministro Blanco (PSOE) precisa un nuevo impulso.