Estos poemas los encontró Inmaculada Pelegrín (Lorca, 1969) una mañana
de enero en un lugar llamado Farrera con vistas al Alto Pirineo....Por esta circunstancia
no debe extrañar que, al leerlos, huelan a hierba y a pan de centeno o se escuche,
de fondo, bramar un cabirol.
Fue imprescindible, para que ocurriera, que estuviesen por allí Fernando
Carreter, conductor de diligencias; su hijo Saúl, descifrador de contraseñas; y Tito
Pedro, un ermitaño sabio que los acogió en su eschatia. Aunque debatieron mucho
sobre el tema, ninguno se atreve a afirmar si cuando decimos la teoría de las cosas
nos estamos refiriendo a que nosotros tenemos una teoría sobre las cosas o a que
las cosas tienen su propia teoría sobre el mundo