A estas alturas de su vida, el autor se ha planteado un cierto ajuste de cuentas con el paso de los años, con Dios o los dioses y las banderas, con algunos amores y desamores, con una sociedad en la que las madrigueras nos mantienen a salvo —sólo aparente— de los vientos de la Historia en un Norte pequeño, casi mínimo: Se está bien aquí, / muy lejos del frío. / Algún asesinato nos conmueve por poco tiempo. / Después, regresamos. / La madriguera es cálida.