La desasosegante y rotunda certeza de vivir en la nada, desde la nada y tal vez para la nada es la espina dorsal que vertebra este tan breve como intenso poemario y parece estructurar también la existencia de su autor, al menos en el ir transcurriendo del tiempo que le llevó su abismada escritura. Es la paradójica evidencia de que lo no sido, aunque intensamente deseado —esos «momentos nunca compartidos» de los que habla el poeta— es capaz, desde su no existencia, de levantar una realidad que es vivida de manera absoluta, superlativa; una realidad que un temperamento racional y pragmático no dudaría en calificar de locura. No parece ser este, sin embargo, el caso de nuestro autor. Y es aquí, desde lo no vivido pero paradójicamente añorado desde un territorio al que el poeta se siente ajeno, donde podemos encontrar una explicación cuando menos plausible para el título del libro: Exilio.