A la noción de OBRA MAESTRA, Georges Didi-Huberman opone la noción de OBRA SIN MAESTRO: el ensayo perpetuo, la obra siempre en obra, en estado precario o pasajero, cuyo valor, metafísico o económico, no puede fijarse. Es la inagotable e inestimable obra que no se produce desde el ego del -para sí- sino desde la paciencia del -para otro-, al que se cede la palabra. Ese otro es Joseph Epstein, resistente judío y comunista, en la obra heterogénea y rota de Pascal Convert; son los soldados británicos muertos en Irak en el proyecto de sellos postales concebido por Steve McQueen, simultáneamente acogido e ignorado por el poder público. La pregunta de este libro es la pregunta que atraviesa toda la historia del arte: ¿Qué es un arte soberano? ¿Hasta dónde puede sustraerse el arte de las estrategias de poder y el tráfico mercantil? La imagen de este libro es la del funambulista de Jean Genet, en la cuerda floja entre la soberanía y la impotencia, la libertad de su imaginación y el disciplinamiento de las instituciones. Entre la toma de posición nacida de una dialéctica heterodoxa de la forma, la función y la técnica y el filo de las tijeras que bendicen la toma de partido y cortan la cuerda del hereje. La tensión de este libro es la de la caligrafía de Kafka, parida y extendida como una cuerda que arde en la oscuridad. Ama a tu cuerda más que a ti mismo, cárgala con la pólvora de tu credo, no ofrendes tu credo a ningún dios. Sobre la cuerda no hay dioses ni líderes. Los dioses y los líderes son especialistas en quitar la red. Estás solo allí arriba. El amor por tu cuerda es tu salvación.