Durruti en el laberinto aporta nuevos testimonios que abundan en la hipótesis de la responsabilidad de agentes estalinistas en su muerte, aparentemente fortuita; sin dejar de lado la complicidad de la burocracia cenetista en el Gobierno, tanto en llevarlo hacia el callejón sin salida al que fue conducido, como en el ocultamiento posterior de las circunstancias reales de la tragedia y en la fetichización de su figura. Recuerda Amorós que Mariano Rodríguez Vázquez, Marianet, el entonces secretario general de la CNT, reunió a todos los testigos y les conminó a guardar silencio y concluye que a Durruti le mataron sus compañeros; le mataron al corromper sus ideas.