La experiencia cristiana estrictamente personal del discernimiento puede y debe estar flanqueada por una forma comunitaria del mismo, que ya no concierne (solo) a la existencia creyente del individuo, sino a la estructura eclesial en su conjunto. Esto significa que el discernimiento no es solo un camino obligado para el cristiano que pretende responder con claridad vital a la pregunta sobre su vocación o su vida moral o su vida espiritual, etc.; sino que se perfila también como el camino principal para una comunidad cristiana que quiere existir como tal en la historia y en el mundo.
En este enfoque sobre el discernimiento comunitario, por tanto, una pregunta fundamental nos conducirá entre las líneas del texto: ¿cómo plantear correctamente —es decir, desde una perspectiva auténticamente eclesial— la cuestión de qué hacer, como comunidad de discípulos de Cristo, para ser verdaderamente Iglesia?