Este texto se configura en un importante estímulo para la reflexión acerca de un aspecto fundamental del acontecer humano: el pensamiento marcado por la dualidad, en donde conceptos como el bien y el mal, Dios y el diablo y lo bueno frente a lo malo se tornan en formas primordiales del pensar, sentir y actuar.
En este ámbito, el concepto de pecado adquiere una relevancia esencial. El autor mantiene que la culpa como la vive y padece el hombre actual es hija de la dualidad, una dualidad determinada por el discurso de las religiones monoteístas sustentadas por un mito de creación, caída y redención