Juan Vico, en la presentación de Culpa de Pavlov que hizo en Barcelona, contó que Pavlov fue el investigador y descubridor de lo que después ha venido a ser una frase hecha: el hombre es un animal de costumbres. Así, de la misma manera que el perro salivaba cada vez que sonaba la campana que le decía que era la hora de comer, incluso sin haber visto todavía ningún pedazo de carne, Sofía Castañón duerme tranquila con tres vueltas en la cerradura de una puerta blindada y dejando la llave puesta. Un acto tan cotidiano como éste, en el que nos reconoceremos muchos, se convierte, junto a otros, en el origen del poemario que en 2008 ganó la modalidad Poesía del Certamen Jóvenes Creadores del Ayuntamiento de Madrid. El perro, las llaves, las costumbres, el miedo y el amor en su formato más críptico y secreto son los elementos con los que Sofía Castañón juega en estas páginas; utilizo el verbo jugar porque me parece que eso es lo que Sofía hace cuando escribe: jugar con las palabras y con las ideas, encontrarles su redondez y exponerlas de manera que todo parezca casual, pero sin serlo. Digo que juega pero podría decir, también, sin que se excluyan, que Sofía ha compuesto Culpa de Pavlov , ya que algunos de los títulos de sus poemas son movimientos musicales (y después de presenciar cómo suenan las palabras en su voz, no seré yo quien ponga en duda la musicalidad de estas letras).