Consta la obra de tres partes. En la primera, la más amplia, trata de los -fundadores- de la Escuela de espiritualidad, Teresa y Juan de la Cruz, y de los herederos más inmediatos, como el P. Jerónimo Gracián, Juan de Jesús María (El Calagurritano), la excelente escritora María de San José, a los que dedica amplios capítulos; y algunos autores también importantes como anillos de la Escuela de espiritualidad del Carmen descalzo. Analiza también un tema debatido en nuestro tiempo, el -método de oración-, si es teresiano, sanjuanista o importado de otras escuelas de espiritualidad, como la de Francisco de Osuna o Luis de Granada. Concluye esta parte con el análisis de las primitivas comunidades teresianas y su dedicación a la oración y al apostolado, muchas de ellas fundadas en lugares solitarios y eremíticos, como Duruelo, Mancera, Altomira, La Roda, La Peñuela, Los Mártires de Granada, El Calvario, etc. El despliegue de este escenario orante de las comunidades teresianas resulta un horizonte grandioso, a veces estremecedor, un ejemplo de grupos humanos vocacionados, con dedicación y apasionadamente a su misión de orar por la Iglesia y por su propia realización como personas.