Tú, madre de sacerdote, predestinada desde la eternidad para vivir el privilegio de tener un hijo sacerdote y custodiarlo, consciente de la responsabilidad que lleva consigo el título de guardianas del ser humano, eres la gran protagonista de estas páginas. A partir de vuestras experiencias y reflexiones, podremos avivar -sí, también a ti madre que siempre te mantuviste en la sombra-, nuestra gratitud por sembrar y custodiar en los corazones de vuestros hijos, como María Santísima, Madre de Jesucristo, Sumo y Eterno sacerdote, la grandeza, la belleza, la bondad y la verdad de Dios.