Manuel Muñoz Hidalgo nos regala en Abadón una brillante alegoría, en la que se unen el Teatro dentro del Teatro, lo profano con lo sacro y el sermón con lo simbólico. En ella se dan cita los conflictos propios de los viejos Autos Sacramentales, ceremonias casi sagradas creadas para conmover los corazones de los pueblos y afianzar la majestad de un Dios benévolo, pero apaz también de ser inmisericorde portador del peor de los castigos. Estamos ante la obra ritual y preciosista de un creador versátil y fructífero. Afirma en el prólogo Juan García Larrondo: Si desconociere el avezado lector la autoría o la datación exacta de esta farsa, al leerla pensaría estar ante un exquisito palimpsesto del medievo en la mejor tradición de los célebres Autos Sacramentales ( ), no es la primera incursión que el autor hace en esta suerte de autos litúrgicos, teológicos o moralizantes a los que ...con tanto acierto... persigue homenajear. A lo largo de su extensa producción dramática ha rubricado, edita